Neurosis obsesiva y clinica psicoanalitica

Neurosis
obsesiva
y
clinica
psicoanalitica
Cristina Bacchetta
El sujeto obsesivo se presenta en la experiencia clínica bajo formas muy variadas, Lacan nombra a esto como enorme variedad clínica, a diferencia de la histeria que no varia. Freud planteaba 3 formas de presentación de los síntomas: La más típica, la representación obsesiva corresponde a un recuerdo de la experiencia sexual infantil desplazado y deformado, en algo actual y lo sexual es sustituido por algo análogo no sexual, la represión fracasa pero continua, cambia de forma. Puede ser una representación absurda, una idea normal que se conduce obsesivamente. Hay un curso psíquico forzoso, se trata de una representación conciente no controlable por la conciencia. Otra de las formas es el retorno del reproche, también deformado, en este caso puede presentarse el recuerdo infantil más o menos deformado o puede que el recuerdo no esté y que solo esté el reproche, el afecto también se modifica, puede aparecer como vergüenza, miedo hipocondríaco, miedo social, etc., en este caso se presentan también medidas preventivas que Freud llama Defensa secundaria. Si estas medidas tienen éxito, puede sobrevenir un periodo de aparente salud o normalidad. Sino pasan también a tener un carácter compulsivo. Y una tercera forma en que la obsesión es transferida a las medidas preventivas, es lo que denominamos Actos Obsesivos. Actos que se convierten en síntomas pero que no son primarios, han surgido contra las representaciones obsesivas. Los rituales, la compulsión de pensar, la manía de duda, la procastinación, la hipervaloración de la imagen, los actos de penitencia, las fobias, adicciones, alcoholismo, etc. etc. son todos síntomas que podemos encontrar en la neurosis obsesiva. Tal vez no nos podamos ocupar hoy de toda la riqueza sintomática y defensiva, que va desde las ideas, los rituales, hasta la “deliria” como lo denominaba Freud en el hombre de las ratas, pero si de algunas cuestiones que hacen a sus síntomas y su fantasma, en tanto lo que delimita el deseo.
En términos amplios podríamos decir que el obsesivo es el que sufre fundamentalmente en el plano de las ideas, son sus pensamientos lo que lo aquejan, otra diferencia con las histerias, en que el síntoma de conversión suele enviar al cuerpo aquello que ha sido rechazado. Respecto de su posición frente al Otro, siempre se presenta en función de la Demanda del Otro, negando el deseo en el Otro y así su castración, su falta, el deseo aparece como negado, deseo de no deseo nos dice Lacan.
Fijación en la etapa anal, nos dice Freud, que debemos pensarla como el punto en que se constituye su fantasma, aquello que estabiliza su deseo. El obsesivo queda identificado en su fantasma a ese objeto tan valioso y tan rechazado como es las heces, el escíbalo. Capturado en la escena primaria, queda como voyer, o como objeto del padre en el Edipo en forma invertida. Sus fantasías de héroe, de realizador de proezas, ese lugar de salvador en que aparenta dirigirse a la mujer, pero en el fondo se trata de salvar al padre siempre al borde de caer. El padre en el obsesivo, es el padre de Totem y Tabu, no es tanto el del mito de Edipo. El asesinato se ha consumado, y la culpa es retroactiva, Edipo “no sabia”, los hermanos de la horda sí, el obsesivo necesita sostener un padre siempre vivo, como modo de frenar el deseo incestuoso.
Quisiera ahora poder transmitirles algunos recortes clínicos del análisis con una paciente mujer, que tal vez me permita mostrar algunas de estas cuestiones.
Y tal vez este caso lo tomo también en relación a dos prejuicios, comunes al menos en Bs.As., uno, que si es mujer no podría ser neurótica obsesiva y dos, que si una mujer es obsesiva, entonces es fea.
Luisa llega al análisis a los 28 años, preocupada de si va a poder sostener su relación con Juan. Convivían, aunque no estaban casados, desde hacía poco más de un año, y tenían proyectos de familia. Estaba muy enamorada y la idea de perderlo por algo que ella hiciera mal, la angustiaba mucho, sabía que esto no tenía asidero en la realidad, pero dudaba. También tenía miedo de no poder quedar embarazada.
Luisa es una joven atractiva, cuidadosa en su vestimenta que trabaja como psicóloga. A Juan, 10 años mayor que ella, lo conoce en un curso de posgrado siendo él también un profesional de la salud. En las primeras entrevistas comentó que lo consideraba muy estricto, y había frases y miradas de él que la paralizaban por ej.: “esto es asi” o “mirá Luisa…” al mismo tiempo esa estrictez, esa contundencia era lo que le había atraído, sentía que él podía decir lo que estaba bien y lo que estaba mal y en cierta forma eso la tranquilizaba. Sus padres habían sido según Luisa, muy permisivos, se sentía como alguien a quien había que “corregir”. Atada a un cuestionamiento permanente respecto a su ser, el sentimiento predominante era la culpa.
Al poco de andar, estando aún en las primeras entrevistas, apareció tomada por una angustia desbordante, se y me preguntaba si estaría por volverse loca. Había ideas que la llenaban de culpa, había empezado a aparecer una idea que no podía controlar y se cruzaba por su cabeza, “lo de Pablo”, ¿qué es lo de Pablo?, no había nada más, solo eso. Y a veces también “soy una puta” “¿seré una perversa?”. Pablo era un sobrino adolescente de Luis.
“Ser una puta” era la fantasía concomitante de su actividad masturbatoria o también “servir al hombre” o “ser quien más lo hace gozar”. En la fantasía de Luisa se trata de una mujer activa, que hace. Frases de una escena que le daba placer y que recuerda desde su infancia, y que ahora también a veces, acompañaba la sexualidad con Juan. Recuerda que recién a los 18 años, pensó que masturbarse no estaba bien. Nunca le dijeron nada.
Ahora toda fantasía sensual o sexual la llenaba de culpa. El solo hecho de que aparecieran otros jóvenes en sus sueños, sus ex compañeros del colegio, sus ex-parejas, le significaba estar siéndole infiel a Juan, también el sentarse en la misma silla donde se había sentado un ex, la mirada al pasar con algún compañero de trabajo, todo la angustiaba y sentía que tenia que contárselo a Juan. Repetía, “esto antes no me pasaba”, podía mirar a otros hombres, o darse cuenta que seducía sin que ello la perturbara, antes una cosa eran las ideas y otra los actos, ahora era todo lo mismo, los pensamientos eran igual al acto, al hecho. La palabra parecía “cosificarse”, la frase “lo de Pablo” era lo que más la angustiaba y se preguntaba si seria una “degenerada”, por pensar algo en relación a un “chico” y además de la familia. Terminaban las sesiones preguntando ¿qué hago?, ¿se lo cuento a Juan?, sentía que “contárselo” la aliviaría.
Lo que le disparaba la culpa era la idea que se imponía “podría pasar algo”, al tiempo que sabia que eso no era así. De todos modos allí algo se le imponía, sin poder controlarlo.
Junto a esa idea compulsiva aparecía otra “tener que contárselo a Juan”, y en algún momento lo hizo. Este tener que contarle, la angustiaba, porque temía su reacción, pero a su vez, una vez hecha la confesión se tranquilizaba. Juan “la entendía”.
Una primera respuesta de Juan había sido: “bueno todos tenemos fantasías” y otra “bueno, pero qué fantasías!!???, demostrando que eso a él no lo dejaba del todo indiferente, esto frenó un poco “las confesiones”, y también permitió trabajar más en el análisis, aunque teniendo que soportar la angustia.
En sus asociaciones recuerda que cuando fue por primera vez a la casa de su cuñada (hermana de Juan) y conoció a los sobrinos, estaba Pablo con unos amigos de su edad. En ese momento pensó, recordando su propia adolescencia, “seguro que estos chicos se deben calentar conmigo, yo: la pareja del tio”. Le pregunté cuándo fue la primera vez que lo pensó?, dijo, “cuando un día Juan, como broma, me dijo, ´y con mi sobrino ojito vos eh?´”, luego de este enlace, donde ya no se trataba solamente de ella, sino algo de la pareja, Luisa pudo calmarse. Simultáneamente en sus recuerdos habían ido apareciendo episodios de “posible” infidelidad tanto por parte de la madre que el padre habría permitido, como de su abuela materna. Por otro lado a Luisa le costaba concebir la existencia de una sexualidad en su madre, la veía como muy ingenua, carente de sensualidad. De su padre decía “es como un blanco, no habla, nunca expresó sus sentimientos, nunca supe si me quería o no”, se angustia.
Pasados unos dos años, en los que quedó embarazada y tuvieron una hija, las fantasías de culpa en relación a “lo de Pablo” parecían haberse esfumado. Aunque luego de un tiempo se desplazaron al marido de una amiga, ahora era “lo de Mario”, había aparecido “la otra”, lo que hacía pensar en una histerización de Luisa. Lo femenino comenzó a ser más valorizado. En este caso los actos compulsivos que acompañaron fueron los de “no contacto”, casi fóbicos.
Evidentemente la infidelidad había estado dando vueltas en la historia familiar de Luisa, pero con el recuerdo solo no era suficiente.
Sobrevino un periodo de no encuentro en lo sexual con Juan. Este reclamaba por una mayor frecuencia, Luisa no tenía ganas y la hija estaba entre ellos, dijo: “tengo miedo de que si me relajo, me olvide de algo”, no sabía bien qué le pasa, recordó una frase de Juan, el sentía que ella no gozaba tanto como antes. Empezó a confrontar con ese Juan “estricto”, a encontrarle fallas. Sentía que la ponía en el lugar de su secretaria, discutía, peleaba. Simultáneamente su madre se le presentaba como una rival frente a su hija, ella quería ser una buena madre y así se consideraba. Las fallas del Otro la enojaban.
Es en este contexto, que Luisa habla de sus rituales, los que hasta entonces no había entregado al análisis y que seguramente no aparecían en cualquier momento.
En una sesión dijo: “Sigo con las ideas de culpa, algo pasa con mi sexualidad, estoy llena de rituales. Cuando leí que el psicótico se masturbaba (se refiere a sus 20 años cuando estudiaba psicología en la Universidad), pensé que yo era una psicótica porque me masturbaba, luego pensé que era una homosexuadespués una puthora una degenerada”. 1 Alrededor de sus 18 o 19 años, la hermana de su novio, a su vez profesora de danzas de ella, había relatado que una alumna la habia llamado por teléfono y mientras le decia que estaba enamorada de ella, escuchó que se masturba. Esto a Luisa la atónita, embargada, como si esa “alumna” pudiera ser ella misma. Comenzó a mirar a otras mujeres dudando si seria o no homosexual. Además por este tiempo murió su abuela materna a quien queria y admiraba mucho, quien también la sorprendió al decirle, mientras estaba enferma, que la quería tanto como a Martin, su hermano. Hasta ese momento Luisa suponia que era ella la 2 Se refiere al tiempo en que salió con distintos jóvenes, 22 o 23 años. Su mamá le había dicho que si a ella no le gustaba alguien simplemente tenia que dejarlo, y asi lo hizo, tomando y dejando a uno y otro sin que le pasara nada, sentir algo era rebajarse. Pero sobre todo se refiere a las vacaciones en que en unas horas se acostó con dos distintos. Así describe la escena: Estaban en un camping, ella y una amiga, habían ido junto con los chicos, pero ellos no estaban. Habían sido unas vacaciones muy ansiadas. En un momento aparecen otros chicos, de otra carpa, a los que ellas no conocían. Con uno de ellos después de cantar y divertirse, con el que curten, termina acostándose. Unas horas después, se da cuenta que en la carpa de al lado, está Hernan, el “chico” que a ella siempre le había gustado, del que siempre había esperado un acercamiento. Hernan la llama, ella va y también tienen relaciones. Esto lo sigue viviendo aun hoy con mucha culpa. Pero además, “tuvo que contárselo”. Primero Hernan reaccionó Se trataba del “ser”, capturada en la imagen narcisística que debería dar al Otro, algo no lograba estabilizarse. Compelida en ser el ideal del Otro que lo complete, que lo colme, su pregunta aún no lograba ir más allá. La mirada del Otro era aplastante. Más un Otro del goce que un Otro en falta, deseante.
Le pregunto por los ritualesDice que están desde siempre, desde que tiene uso de razón, aunque deben de haber comenzado en algún momento, pero no lo recuerda.
Uno de sus rituales, que me llamó más la atención, trataba de que tenía que terminar de leer los carteles que veía por la calle, cuando esto no ocurría, tenía que volver atrás y repetir la frase varias veces, sino ese día le iba a ir maEl día anterior al pasar por una vidriera vio que había dos televisores, en una pantalla estaba Kirshner y en la otra no terminó de ver. Frenó el impulso de “tener que volver a ver que había en la otra pantalla”, siguió con lo que estaba haciendo (tenia que comprar uno de esos aparatitos para las tabletas contra los mosquitos para Juan), pero luego volvió, dice que no sabe qué era lo que había porque cuando volvió ya no estaba la misma imagen que antes. Y qué era lo que había visto antes?, “Una mujer, una mujer rubia…no se si era rubia” .
De los carteles dice que es como si tuviera que completarlos, tiene que terminar de ver lo que hay. Tiene que volver atrás para ver qué hay. Tiene que completar la frase.
Tiene que contarle a Juan. Del mismo modo que tenia que contarle a la mamá, luego se tranquilizaba. El Otro debía saber todo de su pensamiento.
bien, pero después empezó a recriminarle y a decirle que era una puta y con
cuántos más se había acostado o a celarla ante la aparición de otros tipos. Luisa
empezó a pensar que era una puta y le preguntó a su hermano si eso era así,
también en otro momento le había preguntado si ella era homosexual, el
hermano la tranquilizaba. El recuerdo de estas vacaciones aparece como
asociación ante un sueño en el cual “su analista” estaba en la calle,
muy maquillada, riéndose mucho y tomando un tetrabrick de tomate, al
tiempo que hablaba de una paciente que era muy “copada” en relación
a la sexualidad.

3 Tanbien a veces dejaba de usar cadenitas o perfumes, si ese día que los usó le fue mal con Juan.
El circuito parece cerrarse: fantasia erótica, excitación, culpa, tener que contarlo. Culpa-angustia-confesion. De este modo evita el castigo?, también con el ritual evita el castigo, tener que completarlo, no permitir que algo falte. Si no le va a ir mal. Pero al mismo tiempo es la presentificación de la falta, como si la castración se impusiera retornando desde lo real.
El cartel, la vidriera, el televisor, lo que se muestra dentro de un marco, pantalla en la que algo se ve, pero en la que falta algo que ella debe completar. Tiene que volver a ver. Pulsión escópica en juego.
Este recorrido, ¿no demanda nada?, esto es así, de toda la vida, no hace pregunta, no desespera, el paciente no dice “como hago para sacarme esto de encima!” mas bien podríamos pensarlo como una respuesta que intenta ordenar algo. Algo que sí o sí hay que hacer. Al mismo tiempo, esto, a la paciente, le costo contarlo, algo se detuvo en lo que decía, este corte puso de relieve otra cosa, otro curso de ideas. Cuando le pregunté por qué no lo había mencionado antes, contestó que en parte era algo a lo que estaba acostumbrada, pero también le daba vergüenza decirlo. Y por qué da vergüenza, sino es porque algo del deseo ha quedado a la vista?, expuesto.
Por otro lado, en lo que la trae a la consulta “…la intervención de la angustia es el punto clave de la determinación de los síntomas, pero en tanto tal o cual actividad que va a entrar en el juego de dicha determinación está erotizada, decimos mejor: tomada en el mecanismo del deseoSe trata de que no queden espacios en blanco. “¿Qué falta?”, suele preguntarse como ritual.
Tiene que completar lo que falta. Tiene que volver atrás y completar lo que falta. Tiene que hablar todo el tiempo y de corrido, que no haya espacios. Tiene que ordenar esto o lo otro así o asá, pero siempre encontraremos, que hay algún agujero, algún espacio a cubrir, que queda al descubierto. En otro momento del análisis se había impuesto no guardar nada “abajo” del vanitory, ese lugar tenía que quedar totalmente vacío.
¿Para qué? se trata de la conjura, de qué?. Si no hace eso, algo malo va a pasar.
O también, “si el pullover rojo estaba doblado, cuando las cosas fueron bien, así deberá estar cada vez que desee mucho que algo 4 J. Lacan Seminario 8 “La Transferencia”. Ed. Paidos. Buenos Aires salga bien”, la cábala. Que tiene la misma finalidad, preservarse
de que algo malo ocurra. Produciendo a veces, el no poder
cumplir con estos actos, mucha angustia.
Lacan describe esto como“…colmar todo lo que se puede
presentar entre dos en el significante¿Por qué esta necesidad
de colmar el intervalo significante?, porque allí podría introducirse
algo que disolvería toda la fantasmagoría. ¿Qué es lo malo que
pueda ocurrir?, sino disolver lo que tan trabajosamente se armó,
en función de sostener un deseo, que es la respuesta a la
pregunta por el deseo del Otro y que al mismo tiempo permite
algo del ser del sujeto, en tanto barrado.
Para el paciente “ese algo malo” sería llevar al acto esa escena
perversa, cosa que a su vez jamás harían. De ahí que muchas
veces el obsesivo se pregunta si no será homosexual o perverso
o asesino etc. Se trata de frenar el deseo del Otro, ante el riesgo
de quedar arrazado como objeto de su goce.
En la 17va. Conferencia “El sentido de los síntomas”reud relata
una serie de acciones obsesivas en distintas pacientes, nos dice
“Los pensamientos (representaciones obsesivas) pueden ser en si
disparatados o también solo indiferentes para el individuo, a
menudo son lisa y llanamente necios y en todos los casos son el
disparador de una esforzada actividad de pensamiento que deja
exhausto al enfermo y a la que se entrega de muy mala gana. Se
ve forzado contra su voluntad a sutilizar y especular….Los
impulsos que siente…casi siempre tienen el mas espantable
contenido, como tentaciones a cometer graves crímenes, que
desmiente, le son ajenos, lo horrorizan y se protege de ejecutarlos
mediante prohibiciones, renuncias y restricciones de su
libertad….”
Los rituales, en tanto soporte, asi como la fantasia de masturbación como contenido, como frase, nos conducen al fantasma.
Si tomamos el fantasma en la neurosis obsesiva, no es sin la pulsión en juego allí, pulsión que en el obsesivo se hace patente en tanto pulsión de muerte.
5 Op. Cit.
6 S. Freud, Conferencias de Introducción al psicoanálisis. Ed. Amorrortu, Buenos Aires Lacan plantea en el Seminario 8, en relación al estadio anal un reflejo del fantasma sádico oral: en el fantasma sadomasoquista, dice, hay un sufrimiento esperado del otro. La suspensión del otro imaginario sobre el abismo del sufrimiento es lo que constituye el extremo y el eje de la erotización sadomasoquista. Se instituye en el plano anal el partenaire sexual ofrecido a la hiancia del Otro. Lo que constituye el estadio anal como estructura sádica o sado masoquista, es una pura oblatividad anal. También agrega que el deseo en su plenitud normal se relaciona con aquella teoría sádica de la sexualidad. En las neurosis el fantasma se presenta como distintas estrategias ante el peligro de un deseo arrasador, poniendo tope, velo al encuentro con lo imposible. De lo que el sujeto neurótico al constituirse como deseante no se da cuenta, “es que en la constitución de su deseo él se defiende contra algo, que su deseo mismo es una defensa A diferencia del objeto fóbico, con la presentación de un deseo prevenido, y de la histeria, pendiente del Otro deseante, para que el deseo quede allí suspendid el obsesivo se retira, no está allí donde de su deseo se trata. La posición del sujeto obsesivo es quedar él fuera del juego. Es ese su verdadero deseo…El obsesivo es alguien que no está jamás verdaderamente allí en el lugar donde está en juego algo que podría ser calificado su deseo…volviendo a dejar siempre para mañana su compromiso con él. Esto no quiere decir que esperando ese término no comprometa nada, pero se trata siempre de la postergación del acto del encuentro con una verdad. En la procastinación el obsesivo queda a merced de los tiempos del Otro, en función de obturar esa verdad que es el deseo del Otro. De ahí que Lacan lo defina como deseo de no deseo o también como un deseo en forma negativa. Asimismo, en momentos de mucha angustia, de desestabilización, lo fantasmático se manifiesta bajo el enunciado de la entrega del ser: “soy una puta” “soy un criminal” esa repetición de lo que el sujeto “se dice” y no sabe por qué, ser al borde de un no-ser. Esa 7 J. Lacan Seminario 6 El deseo y su interpretación.
8 J. Lacan Seminario 6 “…el sujeto histérico, en las situaciones en que ella trama, su función es impedir llegar a término al deseo para quedar ella misma como lo que se juega…la histérica está ella misma en el juego bajo la forma de lo que al fin de cuentas es la apuesta…” vacilación aparece a menudo en los relatos o bien con la marca de lo que nunca se dijo, de lo que avergüenza, o bien bajo la forma de la compulsión.
Es común encontrar en el sujeto obsesivo la identificación al héroe, pero más a menudo y por detrás, encontramos la identificación al desecho, a las heces, la barra fecal. La identificación a ese objeto que es a su vez el más degradado, es en el fantasma obsesivo su estructura fundamental “el deseo será simbolizado en esta situación por lo que es arrebatado en la operación. El deseo se va literalmente a la mierda junto con la simbolización del sujeto cuando la demanda del Otro lo atraviesa, el sujeto en tanto deseante como aquello que va a parar al orina El obsesivo pone la D en el lugar del a. El deseo que sufre el eclipse de una contrademanda, queda bajo la dependencia de esa demanda, “punto cero de una aphanisis del deseo”. Al deseo de expulsar se opone la demanda de retener. De ahí en más se trata del campo de la oblatividad, “todo para el Otro”. Eso que “hace” termina siendo lo que “es”, durito blandito….
Pero lo que también nos viene a señalar Lacan es que en la neurosis obsesiva no se trata solo de la pulsión anal y el objeto de la analidad como resto, que por otro lado no se entiende si no es desde la función fálica, no se trata solo de la ambivalencia y el sadismo, sino que la otra pulsión en juego allí, tanto o más poderosa es la escópica. Se trata de la mirada del Otro como deseante. Ante la pregunta por el deseo del Otro, el obsesivo responde con su fantasma, donde él queda identificado a ese objeto degradado y valioso al mismo tiempo. El obsesivo maneja su mundo en forma de imágenes ofrecidas al Otro. Entre él y el mundo está la imagen, en la imagen el ser se completa. Parece mirar la vida como desde una ventana, no la vive, la “ve”. La acomoda de acuerdo a la imagen narcisística Ideal para el Otro y cuando falla, se angustia, quedando identificado al objeto caído en el fantasma, de ahí los episodios depresivos, los posicionamientos melancólicos. De ahí también esa sensación de distancia con los otros, con sus afectos, ese estar siempre como desde “afuera”. Por eso cuando Lacan nos dice que el deseo del analista va en el sentido del corte, de la mayor distancia entre el a objeto causa de deseo y el I (Ideal), da una apertura a lo que en otros tiempos quedaba fijado, como fin 9 J. Lacan Seminario 8 La Transferencia pg. 235 de análisis en el obsesivo, que era, el no poder ir más allá de la identificación al analista, al Ideal, destinándolo a un mayor constreñimiento de adaptabilidad a la demanda del Otro y al mismo tiempo a la eternización de los análisis. El intervenir en la dirección de separar el objeto en falta del Ideal (con el que intenta todo el tiempo obturar la falta), torna más eficaz el trabajo en la clínica porque es por donde algo del objeto va a poder caer y de ese modo algo del deseo quedar liberado del goce del Otro. Pero para ello es necesario el atravesamiento del fantasma, ir más allá de las identificaciones. Recorrido de las marcas, marcas de lo que se perdió, escritura, lo que se escribe en el cuerpo como respuesta.

Source: http://www.societadipsicoanalisicritica.it/wp-content/uploads/2013/04/14-Bacchetta-Problemi-clinici.pdf

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