Presentación de viajero – 28/09/07 – biblioteca nacional

Vicente Zito-Lema. Intervención en la Presentación del libro Pichon-Rivière,
un viajero de mil mundos, de Fernando Fabris.
Biblioteca Nacional, 28-9-2007. Buenos Aires.
No he estado muchas veces en esta Biblioteca, al menos en una mesa o cumpliendo algún otro rol que no fuera el de lector. Pero sí en los últimos años, ligado precisamente a que Horacio González, un amigo y compañero de trabajo de muchos años, está al frente de esta institución, he participado de algunas actividades. Ana Quiroga, Ángel Fiasché y Vicente Zito-Lema presentando
Pichon-Rivière, un viajero de mil mundos, de Fernando Fabris. Ed.
Polemos, 2007. Biblioteca Nacional

Y hace un rato mientras me perdía buscando este lugar, reflexioné sobre si había algo en común, en todas estas venidas mías y participaciones en esta institución, en este Y siento que sí. Y siempre ha sido aquí, en esta misma sala. La primera vez vine a presentar un libro que yo mismo había compilado con poemas de presos de las cárceles de la provincia de Buenos Aires. Tratando de registrar, en la medida que uno puede, la poesía de esos presos en un momento tan complejo sobre todos esos avatares que llamamos seguridad. Recuerdo incluso la disputa que tuve con los carceleros que los traían, porque me negué, hasta que no les sacaran las esposas, que ellos podían leer poemas. Me costó hacerles entender que la poesía no puede ser leída con esposas. La segunda vez que estuve aquí, fue para presentar un libro donde también ayudé a compilar poemas escritos por internos en los hospicios. Aquí no hubo tanta disputa, aunque también hubo de las instituciones algunos coches oficiales para traer a los internos poetas y llevarse a los poetas internos. El otro libro que presenté fue un libro mío donde hablo del asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Y aquí mismo, en la biblioteca, monté esa obra de teatro. La última vez que estuve, no hace mucho, apenas un par de meses, vine para presentar un libro donde se registran poemas de autores que están desaparecidos, o que bien estuvieron en la época de terrorismo de estado, presos o en el exilio. Y mientras seguía dando vueltas por aquí, digo “y esto tiene algo que ver con un libro sobre Enrique Pichón Riviere?”. Y yo creo que sí. Porque siento que con Pichón se está convirtiendo una especie de asesinato. Una especie de desaparición. O al menos un intento, vamos a precisar las palabras. Se está como cometiendo un intento de desaparecerlo del espacio que le corresponde. Es uno de los fundadores, en mi criterio, de la cultura del siglo XX en Pienso yo que pocas personas han contribuido tanto a renovar, a gestar los paradigmas de este siglo en nuestro país. Y en un abanico muy amplio que llega sobre lo que podemos llamar el mundo de la salud, el mundo de las normas, el mundo de la producción artística, el mundo de la ideología, el mundo de la lógica, el mundo del sueño, Mucho le debe este país a Enrique Pichón Riviere. Y mucho se obstina en castigarlo. De la forma con que el poder históricamente utiliza también para el castigo. Los griegos que eran muy sabios podían castigar con la muerte o con el silenciamiento y Nosotros, en la cultura de este tiempo, de este siglo, desde el poder hemos visto como se instituye la desaparición desde el silencio. De una persona, un escritor, un pensador, un filósofo, un psicoanalista, un artista, de golpe desaparece de los ámbitos que realmente le son pertinentes. Por ejemplo, las universidades. Por ejemplo las publicaciones académicas. Por ejemplo, los reconocimientos generales desde las Y la pregunta entonces es ¿por qué también entonces este país que castiga de tantas formas a aquellos que de una u otra manera ponen en cuestionamiento el orden, como el poder lo instituye, pueden sin embargo seguir vivos? Desafiando algunos internos desde el hospicio el estigma de la locura con un poema, o desde una cárcel con un poema. O rescatarnos nosotros desde la muerte, desde la desaparición, precisamente a Y este caso, el de Pichón, cobra por la trascendencia que Pichón tiene en nuestra cultura, el carácter de una herida más grave todavía. Que para entenderla podríamos intentar registrar instrumentos del psicoanálisis, de la psicología, de la historia. O bien como nos enseñó Pichón, desde una lectura transdisciplinaria o multidisciplinaria, como quiera entenderse. O de epistemologías convergentes, para registrar más el lenguaje Y veremos entonces que lo que nos dice la historia, que a los fundadores de nuestra cultura -en el sentido mayor de cultura, donde integramos el concepto histórico también-, nos hemos obstinado en negarlos, en matarlos, en obligarlos al exilio. Creo que la síntesis máxima es el propio San Martín, padre de la patria, que tuvo que irse, volvió y ni siquiera pudo bajar del barco que lo traía, porque los pocos amigos de calidad que tenía él, suben al barco para advertirle que su vida estaría absolutamente en peligro. Porque Rivadavia y sus huestes, estaban dispuestos al asesinato. Y si no es casi un disparate querer entender nuestra historia, es pensar que San Martín era un chifladito, que se viene desde Europa, que en esa época no fácil, a aquí, y cuando llega aquí dice “ah, no, ahora quiero volver”. Es decir, nunca cierra esa explicación. Lo concreto es una Castelli. Obstinadamente nuestra historia nos habla como el deseo de destruir aquello que No está mal entonces en esa historia, pensar también como a uno de los aportes mayores de nuestra cultura. Porque es muy difícil pensar la cultura, por lo menos de los últimos 50 años, en nuestro país. Y con la proyección que tiene todavía en este siglo. Hay aquí el nuevo libro de Fernando Fabris. Es decir, no se puede negar ese carácter instituyente de Pichón de muchas de las categorías que aún todavía nutren el pensamiento cultural, filosófico, psicoanalítico, artístico, especial en el mundo de entender el por qué de la creación humana. Y además, porque les guste o no a algunos o a muchos, no se puede imaginar la psicología social en occidente, sin los aportes de Y la psicología social será una ciencia joven, pero es una ciencia que tampoco sin su aporte podríamos querer entender la complejísima realidad social de la que somos Por lo tanto, los vínculos como diría Pichón, entre mis otras presentaciones aquí, y la de este libro, están unidas por más que nuestro querido amigo Fernando, en lugar guardia cárceles, lo acompañe hoy su familia, y por lo menos según yo creo, en la puerta no hay ninguna ambulancia para llevarnos de vuelta al hospicio, ni coche oficial para llevarnos a la cárcel. Por lo menos hasta lo que sabemos. Este es un punto. El segundo punto que me está pasando especialmente en este año de celebración, de alegre celebración de los cien años del nacimiento de Pichón. Y me parece fantástico de que casi nos olvidemos que son los 30 años de su fallecimiento, ponemos mucho más ímpetu en recordar los cien años de su natalicio. En todas estas invitaciones que tengo, que son muchas realmente, no puedo dejar de plantearme la misma pregunta ¿qué hago Porque en general, hay como un grupo del cual me han puesto como integrante, una mínima banda, que está en distintos actos. Por ejemplo, si faltaba alguien de la banda, aquí llegó Joaquín. Y como figura bastante asidua de esa banda, también está mi querido Angel Fiasché. Y por supuesto, su legitimidad obvia que la refuerce, la presencia de Ana, unida por amor y por saberes, con Enrique Pichón Riviere. ¿Y yo que hago acá? Bueno, siempre existen malos entendidos y existen también momentos de suerte, de azar. En los años 60 lo conocí a Enrique Pichón Riviere. Y como a muchos, no conozco a nadie que cuando hable de él, no diga “me marcó fuertemente”. También es cierto que en los primeros años que lo conocí a Enrique, yo como joven surrealista de los últimos que adhiere al movimiento, estaba más ligado por una cuestión específica de trabajo, con otras dos personas que figuran notoriamente y muy bien registradas por Fernando en el libro que son Juan Batlles Planas, que es el introductor en el campo, podríamos llamar, de las artes plásticas del surrealismo en nuestro país y Aldo Pellegrini, que junto con Enrique, son los referentes en nuestra generación y espero también que para las nuevas, aunque muchas veces tengo dudas sobre cómo se forma la gente en el campo de la filosofía y de las letras en la Universidad de Buenos Aires, referentes en cuanto a que los dos sintieron amor y tuvieron plena capacidad de reflexión, Entre otras cosas, pocos libros calan tan hondo en la complejidad de Lautrémont, como el prólogo, el extenso prólogo-estudio de Aldo Pellegrini de “Los cantos de Maldoror”. Que a la vez, el mejor traductor en castellano, que hayan tenido dichos cantos. Y por otra parte, y lo sabemos, yo tuve la suerte de publicar cuando dirigía “Crisis” con Galeano, dos de los cantos traducidos por Enrique, estamos hablando del año 1975. Y hace pocos años, todos pudimos acceder a esa mítica obra “El psicoanálisis del conde de Y sabemos, o deberíamos saber, y el libro de Fernando ayudará a ello, a ver cómo detrás del mundo de Pichón, se alza esa sombra de tal vez el más misterioso y profundo poeta de los últimos 200 años de occidente. O sea, mi acercamiento a Pichón es en ese marco de acercarme al surrealismo y de acercarme también a Jacobo Fijman. Pero también se dan esas circunstancias, que trabajando en el diario “La opinión”, propongo hacerle un reportaje, en un momento más bien de silencio de la obra de Pichón. Y la repercusión del reportaje se convierte todo en un impulso para el trabajo de un libro que no es muy grande (creo que son 150 páginas, 160), un pequeño libro que sin embargo tiene como una trascendencia, por lo menos histórica, la gente lo sigue leyendo, porque tiene mínimamente un valor que es registrar con entusiasmo y pasión propia de mi edad, cuando escribí el libro, el pensamiento de quien ya yo en esa época, y en un proceso de conocimiento que se va dando mientras voy haciendo el libro, el libro me va abriendo su capacidad, su intelecto, pero también su generosa amistad, y en el mejor de los sentidos, me va asombrando y cautivando. Yo vivo “Conversaciones”, como un proceso de conocimiento, para mí, profundo de Pichón, dentro de lo que yo puedo conocer y sabiendo que las complejidades de cualquier ser se agigantan en función también de cada ser. Y si caracterizan a Pichón algo es ser precisamente, viajero de mil mundos. Mundos materiales y mundos de sueños. Aunque como dice Shakespeare, nada más material que los sueños, o sea, que siempre son viajes de sueños o viajes de materia. Lo concreto es que este conocimiento, hasta ahí, de Pichón. Y esta escritura de ese libro, que no es lo que se entiende por obra mayor, es lo que artísticamente uno podría decir, un libro menor. Pero ese libro menor, y ese conocimiento de Pichón, me sirvieron como aliciente para tratar de aplicar al entendimiento de la realidad, y a mis reflexiones sobre el mundo, bien o mal llevo escrito 16 libros, muchos de los mecanismos con que Pichón organizaba la lectura intelectual. Ese ECRO que él organizaba y recomendaba a todos, mi propio ECRO no puedo negar, que se readecua a partir de ese conocimiento de Pichón. Yo por mi formación, yo era muy joven tenía 20 cuando me recibí de abogado, un niño. A los 22 hice mi especialización en filosofía, otro niño. Con 20 años, filosofía y derecho. En lugar de eso, asustado por mis estudios, me puse a pintar paredes, no me podía ver como especializado en Filosofía y doctor en Derecho y Ciencias sociales. Me aterraba de mi rostro en el espejo. Pero si he, prácticamente, el mundo de una lectura más filosófica y artística, porque escribo desde los 16, 17 años, se modificó totalmente a partir de ese conocimiento de Pichón. Y es por eso, estimo yo, que se me invita aquí. Por haber escrito un libro que de alguna forma, es un antecedente. Uno de los tantos de la aparición ahora, de una obra mayor. Esto hay que tenerlo claro. Las obras mayores también surgen a partir de que existen previamente, las obras menores. Que se van juntando, van haciendo como el sedimento, que luego posibilita, como diría Marx, un salto de calidad. Se junta la cantidad y ahí viene un salto. Y es por eso que yo puedo hablar con alguna legitimidad del libro de Fernando. Porque sabemos que las cosas son en sí, pero también son en relación, en Y como yo escribí uno de los primeros libros, donde el pensamiento de Pichón no está sólo puesto por él, sino que hay una instrumentación; soy el que acompaña como testigo y como incitante, a ese ser que desnuda momentos profundos de la verdad. Desde ese trabajo que me llevó, porque no lo voy a negar, varios años, no muchos, no como lo de Fernando. Pero es un trabajo de alrededor de 2, 3 años. Y me obligó a lectura. Y entonces yo pienso “si ese pequeño libro me obligó a tanto trabajo y a tanto esfuerzo”, cómo no valorar luego la aparición de este libro. Que si, éste sí que es un libro mayor. El libro que Pichón merece y necesitaba. Y tengo la pequeña autoridad para decirlo, porque yo he trabajado en ese mismo mundo, sobre el que ahora erige su obra Fernando. Y todavía con la hermosa amenaza de un segundo volumen. Yo sí que puedo comparar, porque soy parte de los objetos en comparación. Y puedo sí decir que es un libro que cumple como pocos libros, con dos momentos. Uno, el deseo del autor. No se puede escribir con tanta obstinación, con tanto rigor, con tanta búsqueda, con tanto hallazgo, si no hay un deseo que nos impulsa. El deseo del creador. Pero yo a mi manera trato siempre de entender la creación de una obra de arte, de una obra científica, la creación de la cosa como diría Heidegger, a partir de un cruce. Así como Pichón siempre nos hablaba del cruce de lo horizontal y lo vertical, de alguna forma podríamos, ya que empecé con el deseo y con conciencia de que son diferentes deseo y necesidad, pero aún me permitiría como un paraguas que me proteja en mi dislate o en mi amplitud de concepto, y decir que aquí se mete o se cruza el deseo con la necesidad. El deseo del creador y la necesidad social. Porque yo creo que en este momento era como bien necesario. Hasta como diría la Biblia, justo y necesario que apareciera este libro Que a los cien años de haber nacido, vuelva a nacer desde un libro, que con una gigantesca capacidad intelectual, se anima a registrar en un viaje, que no es fácil. Porque holos siempre acecha, porque el cansancio acecha, porque la pérdida de distancia –como muy bien señala Joaquín- acecha. Entre paréntesis, Freud dice que no hay nada más imposible de escribir que una buena biografía. Porque el mismo Freud dice, uno termina por amar tanto u odiar tanto al objeto del trabajo que pierde lo que desde Platón hasta aquí, llamaríamos la distancia óptima de la creación artística. Y eso por supuesto acecha. Pero después yo he tomado, algo me quedó de mi formación de abogado, algunas maneras para ver si hay trampas en el libro. Porque, y esto que no se entienda como falsa modestia, yo no sé si tengo la formación intelectual para descifrar totalmente los aciertos o no, en todos los campos que trabaja Fernando. Lo reconozco simplemente; acaso haya leído más de arte. Pero del conjunto de disciplinas y de la profundidad con que él las utiliza, surge un modelo de construcción que a mí me supera. Pero justamente, sabiendo algo de lo que es la Filosofía del derecho, sé que uno a partir de detectar una o dos cosas, diríamos, negativas del todo, puede apostar a decir que el todo se cae. Es decir, el todo es una perfección. Si yo veo en una totalidad 3, 4, 5 cosas que no funcionan bien, puedo pensar, sospechar casi al punto de una prueba, de que en el libro hay trampa. Por eso entre otras cosas, los ladrones cuando caen –es una vieja historia- se adjudicaban crímenes que no habían cometido. Porque después mostraban que ese crimen no lo podían cometer y toda la verdad se caía. La verdad no admite pedazos. Entonces, si yo digo “no, mate a fulano de tal”, pero ese día después prueba que estaba preso, entonces puede decir “no, esto es falso” y cae todo. Entonces yo –porque también me hago cargo de mi pequeña historia- no me gusta hablar sobre un libro (en eso sí que intento ser riguroso) que tenga trampa. Entonces muy bien, el destino hizo que yo conozca cosas precisas. Por ejemplo, a partir de mi amistad con Aldo Pellegrini, de mi amistad con Juan Batlle Planas, de las conversaciones que tuve con Enrique, cosas que publiqué como en todo libro material que quedó. Y no vi ningún error. De mis conocimientos de varias disciplinas –que no será tan profundas como lo eran en Pichón, ni como lo voy descubriendo en Fernando, pero que de todas formas son casi 40 años de trabajo intelectual- no encontré tampoco nada que me permitiera decir, este libro al menos en una primera instancia, está faltando a lo que podríamos llamar, el deber intelectual. De no tranzar nunca con lo fácil, y buscar realmente el rigor en lo que se dice. Yo podría seguir hablando porque me interesaba como una segunda etapa de reflexionar sobre cómo fue construido, los mecanismos que entiendo yo eligió Fabris para la construcción de esta obra. Pero también tengo claro que como niño tartamudo que fui, de grande hablo más bien lento, y que cuando empiezo a hablar, para no caerme, sigo hablando y hablando. Entonces no me puedo parar fácilmente, ni sintetizar las cosas fácilmente. Y creo que eso va a quedar para otra presentación, que imagino que será dentro de pocos años, donde yo imagino estar en vida, y podré hablar entonces más de tu mecanismo, de cómo entiendo yo, organizaste de una forma muy inteligente, muy interesante, la construcción de una entre comillas, biografía que no es sólo biografía, un análisis de obra, que no es sólo análisis de obra. Una obra que a la vez es creativa e incluye dentro de la capacidad creativa, una puesta en página, destinada a que aún los menos expertos en el mundo pichoniano, puedan avanzar con él. Es decir, el efecto didáctico, la pedagogía está allí. Y no olvidemos que Pichón también en ese campo, con su teoría del enseñaje, abrió camino. Una obra mayor que un de los personajes mayores de la cultura argentina, se lo merecía. O sea entonces que brindo por el libro, por Pichón, por el autor y por los compañeros de mesa. Salud y alegría (aplausos).

Source: http://www.espiraldialectica.com.ar/espiral/pdf/zito_lema_presenta_fabris_viajero_2007.pdf

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photos courtesy Wikipedia The word to describe bark scorpions (Centruroides sculpturatus) is “slender.”Their body (averaging 2½ in. total) is slender, the tail segments are long and slender. They have a fragile quality unlike the Giant Desert scorpion (Hadrurus arizonensis), and are uniformly tan. They are good climbers so will inhabit branches of trees and shrubs (hence the name), prey

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